Para conmemorar la elección del Mochuelo común (Athene noctua) como ave del presente año 2011, recogiendo el testigo del Buitre negro (Aegypius monachus), voy a dejar por aquí una fábula que habla de un halcón y un mochuelo:
Mochuelo común capturado para anillamiento en Doñana. |
Ben Said, el zapatero, era un musulmán devoto y practicante. Un día, antes del atardecer, entró a la mezquita con la intención de orar como era su costumbre. Después de hacer sus abluciones se sentó sobre los talones. Se preparaba para invocar a Allah, cuando vio a un ave de ojos grandes y amarillos que estaba parada sobre el muro y parecía ignorar al gentío. Ben Said la miró un largo rato y sintió curiosidad.
Al día siguiente, a la misma hora, regresó a la mezquita, y el mochuelo estaba allí, parado sobre el muro. Al tercer día todavía lo vio en el mismo lugar, no se había movido.
Al día siguiente, a la misma hora, regresó a la mezquita, y el mochuelo estaba allí, parado sobre el muro. Al tercer día todavía lo vio en el mismo lugar, no se había movido.
Como cada tarde Ben Said encontraba al mochuelo inmóvil, en el mismo sitio, decidió acercarse y fue entonces cuando comprendió la razón que allí le ataba:
- ¡Es ciego! - se dijo Ben Zaid-
Cuando se estaba preguntando cómo se las apañaría para procurarse su alimento, llegó un halcón, se posó a su lado y con las alas desplegadas lo abrigó con ternura. En su pico traía una pequeña serpiente y que le fue ofreciendo, trocito a trocito, al pobre mochuelo.
Al ver aquella escena Ben Said reflexionó: “No hay fuerza ni poder que no emane de Dios. El halcón con su ayuda le impide que perezca como un miserable. Y pensar que yo, pobre Ben Said, tengo que trabajar duramente ¿cuántos zapatos he de remendar todos los días para ganar apenas unas monedas? No vale la pena vivir así, con esta permanente ansiedad cuando sería suficiente tener confianza en la bondad de Dios, la misma que mantiene a este mochuelo. Tal vez yo, Ben Said ¿no tengo el mismo valor que un mochuelo a los ojos de Dios?”
Así se dijo Ben Said y decidió abandonar su oficio. Cerró su tienda y se fue a sentar delante del portal de la mezquita. Estaba contento y orgulloso de sí mismo: “Ahora sí que me asemejo al viejo mochuelo”. Y esperaba que los que pasaran le dejaran alguna limosna.
Un día, un amigo que pasaba le reconoció:
- ¡Ben Said!, ¿qué haces aquí?
El zapatero le contó entonces la historia del viejo mochuelo y el halcón. ¿Acaso no había sido aquello una enseñanza, un signo de la voluntad de Dios?. Su amigo dijo:
- Querido Ben Said me parece que tú no has entendido nada de lo que Dios te ha mostrado. No lo hizo para que corrieses a comportarte como el mochuelo, sino para que tú imitases al halcón, un amigo caritativo y bondadoso con aquellos que pasan necesidades.
Ben Said comprendió entonces su error. Regresó a su casa y a su oficio. Trabajó con empeño y ganó más dinero. Y siempre ayudaba a quienes veía que estaban en un apuro.
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