No descubro nada nuevo si digo que a las fechas que estamos, deberíamos estar enfundados en nuestras bufandas y sacando los abrigos más mulliditos del armario, pero estos días, prácticamente con una sudadera se puede disfrutar de un tiempo más que apacible para la época del año en la que nos movemos. ¿Esto esta bien o mal? Pues depende. Si lo miramos desde el punto de vista de especies ligadas a ecosistemas acuáticos o alpinos, esto es un desastre. También los esquiadores deben estar tirándose de los pelos. Pero no a todos les viene mal este repunte de las temperaturas, si no os lo creéis leed esta noticia dónde se explica lo a gusto que se desenvuelven ciertas especies con unos graditos de más:
Las abubillas, aves de hermoso pelaje y olor fétido, son seres muy sensibles a los cambios del tiempo. Al llegar la primavera, cuando las temperaturas ascienden, empiezan su migración anual desde África y se dirigen hacia el norte, hacia Europa, en busca de comida y de un hogar donde reproducirse. En Catalunya, con la efervescencia de la vida estival, es fácil verlas picoteando insectos con su largo pico a ras del suelo. Luego, al llegar el otoño, emprenden de nuevo el vuelo en busca de un ambiente más cálido. Vuelven a África.
Así era hasta hora, según explican todos los manuales de aves, pero quizá habrá que cambiar los textos porque cada vez es más frecuente observarlas en pleno invierno. «La población invernal de abubilla ha aumentado un 250% en los últimos siete años», explica Sergi Herrando, miembro del Institut Català d’Ornitologia (ICO). Muchas, muchísimas, han dejado de emigrar.
El ICO, con la colaboración del Departament de Medi Ambient de la Generalitat, ha analizado un centenar de especies intentando discernir si las temperaturas más elevadas de las últimas décadas han tenido un efecto en su abundancia o en su distribución territorial. La respuesta es sí: «Las aves típicamente cálidas son más abundantes, mientras que las de climas más fríos o de alta montaña están en regresión», prosigue Herrando. Análisis anteriores habían constatado notables cambios –adelantos o retrasos de hasta 15 días– en la fecha de las migraciones.
El estudio del ICO ha descartado aquellas especies cuyas dinámicas pueden haberse visto favorecidas o perjudicadas por la acción directa del hombre. Si hay más cigüeñas o quebrantahuesos, por ejemplo, es en gran parte por la existencia de programas de cría en cautividad. Si las poblaciones de gaviotas fluctúan tanto, ello es debido a la abundancia o escasez de basura en vertederos al aire libre. Las cotorras, obviamente, están donde están porque alguien las ha dejado escapar.
La abubilla no está sola. Las poblaciones de ruiseñor bastardo y de abejaruco, que también son aves características de ambientes cálidos, se encuentran en clara expansión en Catalunya, prosigue el estudio del ICO. En el primer caso hay ahora un 71% más individuos que en el 2002, mientras que en el segundo el aumento es del 98%, prácticamente el doble. En el sureste de España, un estudio del CSIC confirmó recientemente la presencia de una ave que se consideraba exclusivamente africana, el camachuelo trompetero.
«Si la primavera llega antes y el verano es más largo –prosigue el también ornitólogo Ricardo Ramos–, hay muchas posibilidades de que aumente el éxito reproductor». No solo hay más insectos y más grano, lo que favorece las puestas más abundantes, sino que surge también la posibilidad de tener más de una camada.
El aumento de la temperatura en Catalunya puede parecer pequeño, pues es poco más de un grado, pero debe tenerse en cuenta que ese cambio ha supuesto un desplazamiento de las isotermas de hasta 200 kilómetros hacia el norte. Simplificando en exceso, podría decirse que Montpellier tiene ahora las medias que a principios del siglo XX había en Barcelona, y que Barcelona tiene las que antaño tuvo Castellón.
A medida que las temperaturas suben, muchas aves ocupan territorios cada vez más elevados, como sucede con el elanio azul, la cogujada montesina, la tórtola turca y la golondrina dáurica. Otras, sin embargo, tienen dificultades para encontrarlos, como la chova piquigualda, un córvido del Pirineo que ha visto mermar sus poblaciones en un 64%, según datos del ICO, porque los ambientes fríos que le son propicios resultan cada vez más escasos.
Hay ejemplos curiosos. La curruca carrasqueña, típica de ambientes meridionales, ha aumentado sus efectivos en Catalunya el 37% en el periodo 2002-2008, sobre todo en las comarcas próximas al Pirineo. En cambio, una especie emparentada, la curruca capirotada, característica de ambientes forestales más fríos, ha perdido el 12% de su población.
Muchas aves también están trasladando sus territorios más al norte, pero el problema es que lo hacen a un ritmo inferior al incremento de la temperatura, insiste el estudio del ICO. Y este detalle es fundamental porque demuestra las dificultades que tiene la fauna para adaptarse al cambio climático. Si los pájaros, que disponen de gran movilidad, ya se quedan rezagados, «las consecuencias para el resto de la fauna o para las plantas serán mucho peores».
Vía: http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=664169&idseccio_PK=1021&h=
Las abubillas, aves de hermoso pelaje y olor fétido, son seres muy sensibles a los cambios del tiempo. Al llegar la primavera, cuando las temperaturas ascienden, empiezan su migración anual desde África y se dirigen hacia el norte, hacia Europa, en busca de comida y de un hogar donde reproducirse. En Catalunya, con la efervescencia de la vida estival, es fácil verlas picoteando insectos con su largo pico a ras del suelo. Luego, al llegar el otoño, emprenden de nuevo el vuelo en busca de un ambiente más cálido. Vuelven a África.
Así era hasta hora, según explican todos los manuales de aves, pero quizá habrá que cambiar los textos porque cada vez es más frecuente observarlas en pleno invierno. «La población invernal de abubilla ha aumentado un 250% en los últimos siete años», explica Sergi Herrando, miembro del Institut Català d’Ornitologia (ICO). Muchas, muchísimas, han dejado de emigrar.
El ICO, con la colaboración del Departament de Medi Ambient de la Generalitat, ha analizado un centenar de especies intentando discernir si las temperaturas más elevadas de las últimas décadas han tenido un efecto en su abundancia o en su distribución territorial. La respuesta es sí: «Las aves típicamente cálidas son más abundantes, mientras que las de climas más fríos o de alta montaña están en regresión», prosigue Herrando. Análisis anteriores habían constatado notables cambios –adelantos o retrasos de hasta 15 días– en la fecha de las migraciones.
El estudio del ICO ha descartado aquellas especies cuyas dinámicas pueden haberse visto favorecidas o perjudicadas por la acción directa del hombre. Si hay más cigüeñas o quebrantahuesos, por ejemplo, es en gran parte por la existencia de programas de cría en cautividad. Si las poblaciones de gaviotas fluctúan tanto, ello es debido a la abundancia o escasez de basura en vertederos al aire libre. Las cotorras, obviamente, están donde están porque alguien las ha dejado escapar.
La abubilla no está sola. Las poblaciones de ruiseñor bastardo y de abejaruco, que también son aves características de ambientes cálidos, se encuentran en clara expansión en Catalunya, prosigue el estudio del ICO. En el primer caso hay ahora un 71% más individuos que en el 2002, mientras que en el segundo el aumento es del 98%, prácticamente el doble. En el sureste de España, un estudio del CSIC confirmó recientemente la presencia de una ave que se consideraba exclusivamente africana, el camachuelo trompetero.
«Si la primavera llega antes y el verano es más largo –prosigue el también ornitólogo Ricardo Ramos–, hay muchas posibilidades de que aumente el éxito reproductor». No solo hay más insectos y más grano, lo que favorece las puestas más abundantes, sino que surge también la posibilidad de tener más de una camada.
El aumento de la temperatura en Catalunya puede parecer pequeño, pues es poco más de un grado, pero debe tenerse en cuenta que ese cambio ha supuesto un desplazamiento de las isotermas de hasta 200 kilómetros hacia el norte. Simplificando en exceso, podría decirse que Montpellier tiene ahora las medias que a principios del siglo XX había en Barcelona, y que Barcelona tiene las que antaño tuvo Castellón.
A medida que las temperaturas suben, muchas aves ocupan territorios cada vez más elevados, como sucede con el elanio azul, la cogujada montesina, la tórtola turca y la golondrina dáurica. Otras, sin embargo, tienen dificultades para encontrarlos, como la chova piquigualda, un córvido del Pirineo que ha visto mermar sus poblaciones en un 64%, según datos del ICO, porque los ambientes fríos que le son propicios resultan cada vez más escasos.
Hay ejemplos curiosos. La curruca carrasqueña, típica de ambientes meridionales, ha aumentado sus efectivos en Catalunya el 37% en el periodo 2002-2008, sobre todo en las comarcas próximas al Pirineo. En cambio, una especie emparentada, la curruca capirotada, característica de ambientes forestales más fríos, ha perdido el 12% de su población.
Muchas aves también están trasladando sus territorios más al norte, pero el problema es que lo hacen a un ritmo inferior al incremento de la temperatura, insiste el estudio del ICO. Y este detalle es fundamental porque demuestra las dificultades que tiene la fauna para adaptarse al cambio climático. Si los pájaros, que disponen de gran movilidad, ya se quedan rezagados, «las consecuencias para el resto de la fauna o para las plantas serán mucho peores».
Vía: http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=664169&idseccio_PK=1021&h=
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