viernes, 17 de julio de 2009

Hablando de aves migradoras

Las aves migratorias han suscitado, de siempre, gran curiosidad. Muchas especies que se reproducen en zonas cuyas condiciones son muy exigentes viajan a otras zonas más favorables a pasar el invierno. En las altas latitudes abunda la comida durante la primavera y el verano y, además, la temperatura ambiental es suave. Durante el invierno y los meses próximos, sin embargo, las condiciones son muy duras. Hay menos alimento o no lo hay en absoluto y sobrevivir, incluso, resulta verdaderamente difícil bajo temperaturas frías extremas.

Las condiciones de las altas latitudes resultan especialmente difíciles para las aves pequeñas. Los pájaros pierden, por unidad de masa, más calor que las aves más grandes, por lo que necesitan más alimento para compensar la mayor pérdida de calor relativa. Por ello, no es sorprendente que las aves, y sobre todo los pájaros, de altas latitudes tengan hábitos migratorios.

Pero migrar también es muy duro. El investigador norteamericano Scott McWilliams ha realizado investigaciones muy interesantes sobre las pájaros migradores y aquí presentaré algunos de los resultados cosechados en dichas investigaciones.

Las aves almacenan grasas y proteínas para preparar la migración. Antes de viajar comen más y seleccionan, además, alimentos ricos en grasa y proteína. En los días previos a comenzar el viaje, pueden llegar a comer hasta cuatro veces más, para lo que incrementan de modo significativo la capacidad del sistema digestivo. De no incrementar su capacidad digestiva en esa medida no podrían hacer frente a la mayor ingesta de alimento. El proceso que da lugar al aumento de la capacidad digestiva lo desencadena una señal ambiental, el fotoperiodo. De hecho, en aves mantenidas en cautividad bajo condiciones experimentales, se ha podido comprobar que es el cambio en el número de horas de luz el factor que desencadena el aumento en la capcidad digestiva y en la tasa de ingestión del alimento. Los cambios hormonales que ocurren en respuesta al cambio estacional en la duración del periodo de luz diurna son los responsables del aumento en la ingestión, del engorde y de la predisposición a volar de noche.

Una vez almacenadas las grasas y las proteínas que necesitarán, comienzan el viaje que les llevará desde las zonas de reproducción y cría hasta las zonas donde invernarán. La mayor parte de los pájaros migratorios de la zona templada alternan periodos de vuelo con periodos de descanso durante el viaje. Por ello, tienen la posibilidad de reestablecer los depósitos de energía durante los periodos en que no vuelan. Ahora bien, en ocasiones se ven a obligados a modificar y hacer más flexible su régimen alimenticio. De hecho, muchos pájaros insectívoros consumen fruta durante los periodos de descanso, puesto que en las zonas donde escasean los insectos pueden satisfacer con más rapidez y facilidad sus necesidades recurriendo a la fruta como alimento.

El pájaro migrador que se conoce en Latinoamérica con el nombre de “reinita rayada” o “chipe gorranegra” y cuyo nombre científico es Dendroica striata es digno de mención. Es pequeño. Tiene una longitud de 14 cm y una masa de 12 g. Se desplaza desde Norteamérica a Centroamérica y norte de Sudamérica y una parte considerable del viaje lo realiza sobrevolando el Oceáno Atlántico. En promedio, viene a recorrer unos 3.000 km sobrevolando el mar, lo que supone que debe realizar desplazamientos ininterrumpidos de 88 h.

Se trata, por lo tanto, de un viaje de gran nivel de exigencia y por ello, las características fisiológicas que le permiten hacer frente a esa exigencia son también bastante especiales. Por un lado, antes de iniciar el viaje llega a duplicar su masa corporal almacenando lípidos y proteínas, y lo puede hacer en tan solo una semana. Y por otro lado, en el momento en que empieza a volar se inicia un proceso de atrofiamiento de su sistema digestivo. El aparato digestivo es una estructura muy activa, por lo que su metabolismo es muy alto, y ello supone que se necesita un considerable aporte de energía para mantenerlo. Por esa razón, a la reinita rayada le resulta ventajoso ahorrarse esa energía, pues el total que supondría mantenerlo activo durante 88 inútiles horas resulta un gasto excesivo. Esa es la razón por la que se atrofia, porque la energía que se ahorra de esa forma la puede dedicar a mantenerse en vuelo durante esos periodos tan largos de tiempo.

Ese comportamiento sólo tiene una pega. No puede reiniciar la actividad alimenticia de manera inmediata tras finalizar el vuelo, puesto que el sistema digestivo requiere entre uno y dos días para regenerarse y poder digerir y absorver de nuevo el alimento. No obstante, Dendroica obtiene un rendimiento evidente de esa forma de proceder, pues una vez finalizada la migración dispone de tiempo de sobra para recuperar lo perdido.

Es verdaderamente impresionante la flexibilidad del sistema digestivo de un ave tan pequeña: antes de migrar eleva de forma significativa su capacidad física y funcional; al empezar a volar lo atrofia para no gastar recursos inútilmente; y una vez finalizado el viaje, reestablece su funcionalidad en unas cuantas horas. ¡Impresionante!



Tomado de: http://blogs.elcorreodigital.com/animaladas/2009/7/17/el-menguante-sistema-digestivo-la-reinita-rayada

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