lunes, 6 de julio de 2009

¿Qué es un ave? (Parte 2)

Los órganos de los sentidos en las aves presentan varios grados de desarrollo. Algunos de ellos están muy evolucionados, mientras que otros son rudimentarios. Por ejemplo, el sentido del gusto. Dado que las papilas gustativas están situadas en la zona posterior de la boca, sobre el paladar, en una membrana mucosa detrás de la lengua y debido a que las aves no mastican el alimento, sino que lo tragan directamente, no son capaces de apreciar el sabor, como lo hacen los mamíferos. La mayor parte de las aves se encuentran también desprovistas del sentido del olfato.

El tacto aparece diversamente desarrollado. Por lo general, los órganos de este sentido se encuentran bajo el pico y sobre la lengua, pero algunas especies los tienen también en la base de ciertas plumas o en las patas. Las aves que buscan alimento en el suelo disponen de unos órganos táctiles en la punta del pico.

El sentido más importante para las aves es la vista. Se encuentran mucho mejor dotadas, en este aspecto, que el resto de animales. Su ojo es grande y capaz de adaptarse, no sólo gracias a los músculos que comprimen el cristalino, como en los mamíferos, sino también aplanándose y redondeándose él mismo. Estos ojos pueden además ser utilizados independientemente e incluso mirar objetos diferentes al mismo tiempo. Gracias a que se encuentran colocados lateralmente, cada uno tiene su propio campo de visión. Ciertas aves, como la lechuza (Tyto alba), tienen sin embargo los dos ojos de frente, pero son capaces de hacer girar la cabeza 180º. Además de los párpados superior e inferior, las aves disponen de otro especial, la membrana nitictante, que parte del ángulo interno del ojo y puede cubrirlo completamente. La retina posee mayor número de células sensoriales que la del hombre, más de cinco veces en el caso de las rapaces, lo que les permite ver a su presa desde gran altura.



Otro sentido importante es el oído, a pesar de que su estructura sea menos perfecta y se parezca a la de los reptiles. El conjunto auditivo está compuesto únicamente por un hueso, que corresponde con el estribo del oído humano; el conducto exterior es relativamente corto. A pesar de todo, el oído de las aves está desarrollado y en ciertas especies, como la lechuza, ha de considerarse perfecto y de gran utilidad para la caza nocturna. El oído externo de las aves no tiene pabellón y suele encontrarse cubierto de plumas.

Los órganos vocales, situados por detrás de la tráquea, desempeñan evidentemente un importante papel en la vida de las aves. Este órgano, denominado siringe, se encuentra muy desarrollado en las aves cantoras, pero bastante menos en otros grupos que, por lo general, no emiten más que un grito monótono o sonidos roncos. Algunas, como la cigüeña blanca (Ciconia ciconia), carecen por completo de órganos vocales y se comunican castañeteando el pico produciendo un sonido llamado crocoteo.

El esqueleto de las aves no sólo es sólido, sino que resulta también ligero, porque la mayor parte de los huesos son huecos y están llenos de aire. Principalmente los huesos largos son tubulosos y muy resistentes, y en su cavidad neumática reduce considerablemente el peso del conjunto del esqueleto, lo cual es un factor importante para el vuelo. Las plumas de las aves son también muy ligeras y están dispuestas de tal forma que encierran verdaderos "sacos de aire". La quilla se halla notablemente desarrollada y sirve de anclaje a los potentes músculos que extienden y repliegan las alas.

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